diciembre 13, 2016 by ConTextos
TEJIENDO MOSTACILLAS EN KAQCHIKEL
Soy una mujer de 28 años de edad, vivo en la cima de una montaña desde donde veo el lago de Atitlán, como sus olas pegan en la peña de otras montañas que lo rodean. También, cuando es el tiempo de lluvia, la mayoría de los niños y niñas tienen sus pies enlodados y algunos cargan leña en sus espaldas, junto a sus perros como guardaespalda. Al verlos trabajar, recuerdo mi historia cuando tenia mis 8 años. En mi experiencia, fui a la ciudad capital a realizar oficios domésticos como tortear y limpiar. Esto me hacía sentir nerviosa porque me hablaban en español y mis manos eran pequeñas para el tamaño de las tortillas grandes y delgadas; temblaba de frío por las mañanas y durante el día cargaba de 25 a 30 libras de maíz o nixtamal en la cabeza. Además, lavaba canastos grandes de platos y limpiaba 10 habitaciones. Era muy cansado para mi.
Un día viernes después de los 3 meses trabajando, decidí regresar a mi casa porque ya estaba cansada y necesitaba ver a mi mamá. Nerviosa, hablé con el señor y le comenté cómo me sentía. Él me dio el pasaje y manifestó que no tenía tiempo de irme a dejar a la parada de buses. Yo quería regresar a casa, aunque moría de miedo ya que no conocía qué camioneta tomar. Caminé cuatro cuadras para llegar a la carretera donde pasan los buses que iban para Sololá. No lograba ver los puntos cardinales, solo seguía el sol. Crucé la pasarela y tomé uno de ellos, ni idea a qué departamento iba y me perdí por tres días.
Feliz llegué a mi casa y vi a mi familia destuzando, alimentado a los pollos y cocinando. Al verme, mi mamá se sorprendió de que llegara sola. Al siguiente día, la acompañé al campo a limpiar cebollas. A pesar del trabajo, en casa me sentía libre jugando a la maestra con muñecas y a los trastecitos con mi hermana menor. Meses después, una amiguita de la comunidad me comentó de una oportunidad de trabajo para realizar mostacillas en panajachel los días sábados y domingos. En esa época, las niñas solo ganaban Q.5.00 y en el nuevo labor ganaría Q.25.00 al día. Sin embargo, aún no lograba hablar el español ni sabía amparar mis derechos. También, me daba miedo hablar con mis papás y decirles que no podía hacer trabajos pesados, o que no me había ido bien en el día y mucho menos si era molestada por algún chico.
Días después, mi amiga y yo fuimos. Por las habilidades y talentos que tenía, al día podía entregar de 2 a 3 docenas de pulseras o collares y mi amiga no llegaba a esa cantidad. Lamentablemente la despidieron. El señor de 66 años y su esposa me comentaron que buscarían mejores oportunidades para mi, aumentarían mi sueldo o me ofrecerían trabajar los siete día a la semana.
Con el tiempo, ya no regresaba a casa. Me quedaba con la familia la semana entera. Después de 50 pulseras, mucho oficio y salidas al mercado, el señor me invitó a una soda. Inmediatamente me sentí mareada y frágil, la soda estaba drogada. No concebí cuando él me llevó a un lugar deshabitado y me infringió. No me dejó salir por 2 semanas. Atemorizada y encerrada en un cuarto oscuro. Cada vez que me drogaba me violaba, incluso me enfermé de una infección vaginal. A los días, decidió comentárselo a mis papás por miedo a que yo muriera. Sin embargo, pidió a mis papás muchísimo dinero para dejarme ir y así tener un tratamiento. Embrollados mis padres pagaron, me sacaron de ese sitio, sin saber cómo denunciar la situación, ni qué hacer al respecto.
De igual manera, me duele ver a los niños y niñas de mi edad trabajando. Niños abandonados, desnutridos que cubre gastos de sus papás. Padres que nunca saben las contrariedades y críticas que están encontrando sus hijos. No sola las niñas son violadas, también pueda que los niños sufran agresiones sexuales. Considero que a esa edad aún no tienen la capacidad y conocimientos para defender sus derechos.
A mis 8 años tejía mostacillas, pero actualmente estoy tejiendo conocimientos y aprendizajes de calidad y no cantidad, de liderazgo y entrega, a través de mi ejemplo de vida. Me preocupa el rol de la niñez en Guatemala y que el trabajo infantil sea una temática muy común en áreas rurales. La mayoría de los padres manifiestan que tener hijos es maravilloso, únicamente porque son ellos son los que cubren los gastos del hogar.
¿Cómo podemos apoyar a esos niños para que puedan recibir una educación, protección, tener un refugio y una buena alimentación?
Es importante convencer a los padres de que cumplan con su papel y que sean responsables de las necesidades de sus hijos.
Jerónima Sulugui tiene de 28 años de edad, Guatemalteca. Es una mujer con talentos, muy trabajadora y energética con lo que ha superado los desafíos personales, familiares y sociales.
En el 2012 empezó a trabajar en Asociación Estrella de Mar con 15 e señoritas de 14 a 16 años de edad que cursan tercero básico, dando mentoría, acompañamiento con sus estudios y visitas domiciliarias.
Jerónima cree que la autoformación es la manera de apoyar a otras niñas para que logren sus metas; para que sean líderes activas y busquen el desarrollo de sus comunidades. También, para que sepan abordar sus derechos en la vida, como mujeres indígenas, que sean libres de la violencia, autónomas y que aprecien su cultura
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