julio 7, 2022 by ConTextos
Había una vez…una biblio
Por Daniela Raffo
La oficina central de ConTextos está en un barrio residencial en Santa Tecla.
Casas cerradas que solo dejan asomar veraneras brillantes.
Edificios nuevos para parejas nuevas.
El camión de frutas que pasa los martes a los gritos
y la salida a la tardecita de todos los perros a pasear con su correa.
Allí, justo allí, en ese medio de tan poquita gente dando vueltas, abrimos nuestra biblioteca “Había una vez”.
Como equipo la armamos desde cero: pulimos el piso, lijamos paredes, pintamos, mandamos a hacer mesas y mesitas, compramos sillas, hicimos macetas con botellas recicladas, arreglamos estantes, pintamos pizarras y acomodamos cada libro, cada peluche, cada lápiz.
Todavía René y yo, los más cómplices de esta idea, la miramos con ojos de amor, a veces, como si la viéramos por primera vez.
Pensar y elegir el nombre nos llevó una vida. Probamos dos que fueron rotundamente rechazados, hasta que después de cientos de ideas y miradas perdidas en el aire llegamos a Había una vez.
Esta frase -original en francés- Il était un fois, la usó Charles Perrault en 1694 en su obra “Los deseos ridículos”, la ubicó en el verso 21 y después la puso al principio de sus cuentos; cabe mencionar que escribió nada menos que Caperucita roja, La cenicienta, El gato con botas, La bella durmiente, Pulgarcito, Barba Azul y más.
Trescientos años después si escuchamos “Había una vez” sabemos que viene una historia.
Abrir una biblioteca no es un capricho, en ConTextos lo venimos haciendo desde hace más de 10 años, porque entendemos que leer, indefectiblemente, lleva la vida hacia otro lado.
Humana y científicamente. La lectura es preventiva de violencia, fortalece las “neuronas empáticas” -la compasión en su significado etimológico de “sufrir juntos”— como para que nos interese el bienestar de alguien más como si nosotros fuésemos ese alguien. Casi nada.
Había una vez es una biblio cool: sus libros no están inventariados con ISBN y 13 números detrás sino con colores, y los niños, las niñas pueden entrar y tomar un libro sin necesidad de pedírselo a nadie. Es cómoda; hay almohadones, alfombras y puffs para sentarse a escuchar un cuento, leer o dibujar.
Y soñadora, busca ser un punto de encuentro y diálogo, quiere que “los grandes” que pasan caminando entren, lean un libro, tomen un café y ojalá vuelvan al otro día.
Y que la niñez y la juventud sepan que Había una vez es solo el comienzo de una gran historia.
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