agosto 13, 2021 by ConTextos

Dejando de lado la competencia

Por Stefany Rivera

El Salvador es un campo minado para la juventud, desde la poca seguridad social hasta el menosprecio, por eso es muy valioso encontrar espacios seguros en los que podamos ser, expresar nuestras ideas y ese sentir común de insatisfacción frente a lo que el ámbito profesional y el accionar colectivo nos ofrece. Es así como “Nuevas Miradas”, un proyecto interuniversitario de ConTextos, llenó no solo mi expectativa profesional, sino también humana. 

No soy una joven que suele dudar al iniciar un proyecto o una actividad, tengo mucha tenacidad y determinación para sumergirme en algo que sé que me gustará y me hará sentir bien. Pero debo admitir que cuando faltan minutos para empezar es cuando me invade el sentimiento de zozobra y me cuestiono: “¿qué haré?”; “¿cómo serán las otras personas?”; “¿lograremos llevarnos bien?”. Este proyecto no fue la excepción. Saber que compartiría con personas de mi área profesional, que posiblemente tenían el mismo interés y voluntad que yo, estrujó un poco más mis miedos. 

Problemáticas latentes como el desempleo o las desigualdades sociales suelen ser motivo para que en muchos espacios prime la competencia y no la cooperación. Como estudiantes de la universidad más de una vez caímos en el error de ver a otras personas como nuestras rivales, como las que nos reemplazarán o de quien debemos cuidarnos. 

Se nos suele repetir el valor de actualizarnos en el área profesional, de ser más eficientes y tener más habilidades técnicas, a veces, no con el fin de mejorar, sino para ser mejores en comparación con alguien más. 

En 2019 El Salvador tuvo una tasa de desempleo de 6.3%, es decir, 196,747 personas desocupadas,  alrededor del 40.1% se encontraban entre los 15 y 24 años, según datos de Organización Internacional del Trabajo (OIT). 

Esta difícil realidad cala hasta en los espacios más pequeños, por eso no es raro encontrar tensión cuando se comparte con colegas universitarios. La vieja costumbre de comparar cuál universidad es mejor, que posteriormente se traduce en cuál profesional conseguirá empleo más rápido. Es este el punto de reflexión que más hizo eco en mí de “Nuevas Miradas”. 

Éramos un grupo de estudiantes de ciencias de la comunicación, cada uno en su área: periodismo, producción multimedia, comunicación institucional, etcétera. Veníamos de universidades diferentes, con visiones de mundo diferentes. Pero, a pesar de ello, logramos entendernos, identificarnos con lo que el otro sentía y decía, trazar ideas y metas en común. Fue un grandioso espacio de convergencia que me dejó sorprendida por el nivel de apoyo y red que construimos. Parecía que éramos viejos amigos conversando, por nuestro nivel de intimidad, pero también profesionales propositivos trabajando integralmente. 

De esta cooperación mutua, del permitirnos pasar del miedo a disfrutar y aprender del entorno, nació una nueva experiencia: el “Comité de Comunicadores por la Niñez”. 

Somos un grupo de jóvenes que, aprendiendo un poco sobre la marcha, queremos visibilizar la importancia de la niñez, no solo para incluir el tema en la agenda mediática, sino también para hacer y crear un contenido específico para niños y niñas.

No estoy segura qué depara el futuro, pero si algo quedó muy presente en mí, es lo valioso que estos espacios son y las maravillas que se pueden lograr despojándose de la rivalidad, cediendo y abriendo espacios para el trabajo conjunto. Qué bonito sería que desde la academia, la sociedad y el estado mismo pudiéramos tener nuevas miradas. 

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