noviembre 5, 2015 by ConTextos
SEÁMOS PREGUNTONES
«…yo querría rogarle como mejor sepa hacerlo, que tenga paciencia frente a todo cuanto en su corazón todavía no esté resuelto. Y procure encariñarse con estas preguntas, como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en un idioma muy extraño. No busque de momento las respuestas que necesita. No le pueden ser dadas, porque usted no sabría vivirlas aún, y se trata precisamente de vivirlo todo. Viva usted ahora sus preguntas. Tal vez, sin advertirlo siquiera, llegue a internarse poco a poco en la respuesta anhelada y, algún día lejano, se encuentre con que ya la está viviendo también.»
Extracto de «Cartas a un joven poeta» Rainer Maria Rilke
En la universidad, tuve la suerte de tener clases con un catedrático que mide más de 2 metros de altura que se llama tom king [sic]. Se presenta siempre así: “Soy un estudiante de por vida que vengo a aprender con Uds.” En su Facebook, la foto de perfil es simplemente una hoja de papel que dice “CUESTIONA TODO” (QUESTION EVERYTHING). Nunca lo cambia. Me hace pensar, ¿qué poder tienen las preguntas?
¿Qué hacen las preguntas?
Una pregunta, en sí, pone en duda o expresa duda de algo. Preguntamos para averiguar algo, para tener una respuesta. En el aula, el o la docente pregunta para medir comprensión en sus alumnas y alumnos y para invitarles a profundizar sus ideas. Una pregunta ilumina un camino desconocido que debemos de investigar. Yo diría que la pregunta nos define más que la respuesta a la que llegamos. “Procure encariñarse con las preguntas mismas,” pide Rilke, sabiendo justo eso. Las preguntas nos hacen, revelan nuestra vulnerabilidad y forman nuestra identidad en una vida en la cual es imposible saberlo todo.
¿Qué clase de preguntas? ¿Preguntar es igual a cuestionar?
Ahora bien, las preguntas vienen en muchas formas. Si pregunto sobre el precio de tomates en el mercado, ¿significa que mi vida se define por cuantas libras puedo comprar con $1? Claro que no. En la formación con los docentes de ConTextos, hablamos sobre los niveles de comprensión: literal, inferencial, crítica y creadora. Hay preguntas que ayudan a alcanzar cada nivel de comprensión. De igual manera, las preguntas que elegimos en nuestras vidas exigen una forma de vivir que o reproducirá la realidad actual o creará un cambio. Tomemos de ejemplo una niña que vive en el campo. Las preguntas que su familia y comunidad le hacen y obligan vivir pueden ser: “¿Cómo te llamás? ¿Cuántos años tenés?” Son preguntas literales, superficiales. Se limitan nada más a la información que está en su partida de nacimiento y no nos cuentan realmente quién es ella, ni le invitan a ella a pensar en su identidad. Vivir esas preguntas es una reproducción de datos nada más, igual al preguntar a los niños solamente qué pasó en una historia, o peor, ponerlos a copiar la historia en sus cuadernos. Si a esa niña hacemos preguntas inferenciales como, “¿Con quién te vas a casar?” o “¿Cuántos niños vas a tener?”, también nos limitamos a la reproducción de su entorno. Estas preguntas hacen inferencias a cómo va a ser su vida por ser niña, basadas en observaciones de comportamientos arraigados y pasados. Una pregunta inferencial sólo se puede responder en base a experiencias que ya hemos vivido, pero no dan oportunidad a una amplitud de respuestas que permite ir más allá.
Quiero destacar la diferencia cuando dejamos de preguntar y empezamos a cuestionar. Cuestionamos también con preguntas, pero las preguntas y sus respuestas nos dejan con menos satisfacción. Si a esa niña le preguntamos, “¿Por qué todas las mujeres se tienen que casar? ¿Por qué se limitan las niñas a trabajar sólo en la casa? ¿Cómo te sentís acerca de eso?,” introducimos preguntas críticas a la vida cotidiana, a “vivir.” Damos la oportunidad de desentrañar la realidad que ella vive y los sistemas que la producen. Las preguntas críticas son el inicio de una búsqueda perpetua de causas, raíces y porque’s. Las respuestas son más elusivas y las preguntas nos mantienen inquietos e inquietas. Aún encontrando la respuesta, quedamos con la sensación de no estar satisfechos o satisfechas. “Es que es una cultura muy machista,” pueden contestar. Esta respuesta crítica una realidad, identifica y describe un mal, pero no va más allá. No implica ni exige acción o reflexión. Para crear cambio, vivir una vida reflexiva y crear mejores modos de vivir, tenemos que hacernos las preguntas creadoras. “¿Cómo podemos influir en nuestra actitudes? ¿Quién soy yo y cómo quiero vivir?” son preguntas que exigen nuestra atención e imaginación. Invitan al fracaso y aprendizaje igual como momentos de pura felicidad mientras cuestionamos y retamos realidades estrechas y cerradas. Rilkes aconseja que “no busque de momento las respuestas que necesita. No le pueden ser dadas, porque usted no sabría vivirlas aún.” La creación pasa cuando vivimos las preguntas, no la obsesión por las respuestas.
¿Cómo nos hacen sentir las preguntas?
La pregunta “¿Cómo te llamas?” es mucho más fácil de contestar que “¿Quién eres?” La primera tiene una respuesta exacta, podemos marcar el momento que hemos satisfecho la pregunta. Cuando éramos pequeñas y pequeños, fue una de la primeras preguntas que aprendimos a contestar. La gente mayor nos felicitaba por haberlo aprendido y nos sentíamos felices por el cumplido. Sin embargo, preguntas como la segunda nunca dejamos de enfrentar, lidiar, “vivir.” Nunca nos felicitarán por la definición textual de nuestra identidad, porque no la hay. Mi esencia, mi ser, no se define por un texto, un experimento científico. La cultura del mundo occidental exige preguntas combinadas con las respuestas correctas. La gente de la época de la Ilustración es gente razonable, científica. ¿Qué pasa con las preguntas creadoras, sin respuestas claras y objetivas? Nos incomodan porque nos recuerdan que hay variables en la vida, hay decisiones que tomar que no tienen respuestas absolutas. Es justamente por eso que son esenciales. “Lo esencial es invisible a los ojos” dijo el zorro en El principito. Sólo podemos crear algo nuevo cuestionando y haciéndonos preguntas que otros no se han atrevido a contestar. El futuro y el presente dependen de esta creación. Aunque nos frustren, nos atormentan y nos retan, tenemos que vivir las preguntas. Viviéndolas, se podrá “internarse poco a poco en la respuesta anhelada,” escribe Rilkes. Si nos sentimos incómodos, entonces, vamos por buen camino.
¿”Viva Usted ahora sus preguntas”? ¿Qué significa?
“CUESTIONA TODO,” la exigencia perturbante de tom king. “Viva Usted ahora sus preguntas,” Rilkes nos pide. Ya sabemos que las preguntas que elegimos forman nuestros caminos. En ConTextos, vivo la pregunta, “¿Cómo puedo usar y desarrollar mis habilidades para promover el cambio social en nuestros programas?” Me cuestiono cuando remito a técnicas muy convencionales y tradicionales de la educación: ¿Son ésas las únicas maneras de enseñar? ¿Qué puedo aprender de ambas prácticas tradicionales y alternativas? Vivir una pregunta creadora nos impulsa a cuestionar, imaginar y transformar. Genera infinitas preguntas adicionales. Si en las aulas queremos que los y las estudiantes vivan las preguntas, se verá que las vivirán de maneras únicas e individuales tales como sus identidades.
Con poco tiempo de haber iniciado mi trabajo en ConTextos, puedo observar que la pregunta que vive la organización es: “¿Cómo transformamos la experiencia educativa en El Salvador? ¿Cómo inspiramos el pensamiento crítico y la reflexión?” (Bueno, son dos preguntas). Es una organización cómoda con la incertidumbre y consciente de estar viviendo preguntas. Es, por eso, viva. Vivir las preguntas creadoras significa dar la espalda a formas cuadradas de pensar y dar pasos, aunque sean inseguros e inciertos, hacia la formación de un presente significativo. En la aceptación de las preguntas que nos inquietan, las que cuestionan la base de nuestra realidad, abrimos las posibilidades y nuestro potencial.
Ahora, la pregunta es: ¿Qué preguntas valen la pena vivir?
En solidaridad,
Anne Ruelle
Asociada de Programas
Leyendo: Frágil por Brené Brown; Love for no Reason por Marci Shimoff; Vital Voices por Alyse Nelson, Americanah por Chiamamanda Ngozi Adichie
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