marzo 22, 2017 by ConTextos
SALIENDO DE LA ZONA DE COMODIDAD
Soy trabajadora social. Trabajo social, dos palabras muy complejas para ser un solo concepto. Para nosotros uno de los principios fundamentales es trabajar en conjunto del individuo y su entorno. Familia, comunidad, iglesia, escuela, gobierno y demás. Cuando el individuo es exitoso, todo lo es. Cuando el individuo no es exitoso, lo demás tampoco.
Ser trabajador social es ser educador, facilitador, planificador, coordinador, mediador, evaluador, gestor, animador, articulador de redes. Así, todos somos trabajadores sociales, no detrás de un escritorio ordenado y lleno de archivos, si no de campo, del desorden y personas reales que hay afuera. Todos somos responsables de ese caos.
Hoy, vivimos en una época en la que hay muchas organizaciones que intentan ir contra la corriente y en medio de las apuestas a la prevención, poco o nada se hace para la reinserción. Pero no es necesario ser una organización para hacer algo. Antes, no hicimos lo que teníamos que hacer. Tal vez no hicimos nada y con eso, ya somos culpables.
¿Cuántos jóvenes privados de libertad menos hubiesen si por lo menos y enfatizo, por lo menos un trabajador o trabajadora social estuviera en cada centro educativo del país, en cada comunidad, en cada institución pública y hasta privada?
No somos salvadores, no somos exterminadores de pandillas, no podemos deshacernos de un conflicto generacional como pedir un deseo y verlo concedido en una baja en el muertómetro. Tampoco podemos desvincular a miles de jóvenes que han sellado su pacto con una pandilla al encontrar en ella lo que no encontraron en otra dimensión de la sociedad. Pareciera que es muy poco lo que podemos hacer sin sesgarnos entre la idea de víctimas o victimarios.
Actualmente, con mucho orgullo y disposición, trabajo en el Centro de Inserción Social de Tonacatepeque. Trabajo con Soy Autor. 14 jóvenes de alrededor de 260 que cumplen medida de encierro. Cada sesión es un reto, con más preguntas que respuestas.
¿Por qué trabajar en un centro penal? ¿Por qué no hacerlo?
Con eufemismos, trabajo con ellos porque creo que todos merecemos una segunda oportunidad, porque creo que lo menos que podemos hacer es hacerles sentir que no todo el mundo quiere ver arder una cárcel con ellos dentro, que son importantes y valorados. Aunque eso debimos hacerlo antes.
No es fácil, pero en este tiempo que he estado con ellos, me encanta ver y hablar con las personas, con los humanos y sus historias que encuentro detrás del rol de pandillero. Los talleres, la estructura de nuestras clases, la oportunidad para ser vulnerable y auténtico permiten ese diálogo.
Veo el entusiasmo, como se involucran en un lugar donde pueden ser escuchados. Me hace pensar que quizás es el único. Los oigo decir «teacher», los veo leyendo, escribiendo, compartiendo. En unos momentos escucho entre detalles de su historia que el error no está en los homicidios o extorsiones que cargan, si no en haber sido capturados. Dudo de nuevo ¿Qué hago aquí? ¿De verdad un libro puede ayudar a estos muchachos? Al final mi respuesta es siempre sí.
El condicionamiento al que han sido expuestos, como cuentan y descargan esa historia, ni ellos se imaginan cuanto los transforma y cuánto nos transforman a nosotros. Quizás no hayan cambios que yo ni ustedes podamos ver aquí y ahora, pero me inspira la idea que estos autores están teniendo una experiencia, distinta a la que está acostumbrados y que esto no debe limitarse a un solo salón de clases. Soy Autor ha sido una experiencia nueva, transformadora, tan diferente. No veré cambios a corto plazo en ellos, pero de verdad los estoy viendo en mí, fuera de mi zona de comodidad. Soy más profesional, más objetiva, más docente, más trabajadora social.
Por Daisy Díaz. Docente de Soy Autor.
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