abril 27, 2023 by Steven Araujo

Las sorpresas de Tiramos la Biblio

Por Daniela Raffo

Fotografía por ConTextos. Gracias al Parque Cuscatlán.

Josué llegó en bicicleta mientras estábamos montando la biblioteca en el parque. Ojos grandes celestes, pelito rubio. La parqueó y preguntó ¿qué están haciendo?. Una biblioteca -contestamos- ¿querés leer un cuento?
¿Por qué no?, dijo. Y se sentó a leer en el Parque Cuscatlán.

Mientras, el equipo de ConTextos, bajo un calor propio de Semana Santa de las dos de la tarde, bajaba de dos pick ups alfombras, pufs, muebles, libros, almohadones, banderines y peluches. Estábamos haciendo “Tiramos la biblio por la ventana” por tercer año consecutivo en todo el país. Tiramos la biblio es que escuelas y ConTextos saquen las bibliotecas a las calles, parques, patios, sombras de árboles o cafés.

Esta vez, al parque Cuscatlán, habíamos llevado unos huevos blancos, esas miniaturas de Ilobasco que se abren y tienen un momentito adentro: un médico atendiendo, un señor vendiendo tamales, una pareja casándose. Los nuestros tenían a alguien sentado leyendo y los estábamos escondiendo en el parque.

Josué encontró uno y le encantó. Empezó a buscar otros y nos anunció su triste conclusión: se encuentran muy fácil. Escondelos, le propusimos, pero no tan difícil. Normal, dijo. Y buscó y cambió de lugar todos los huevitos.

Hay una sensación hermosamente satisfactoria en crear algo que se repite por pura voluntad, que si no se hace no pasa nada, pero que sí se hace “mama mía”, como decía un chico leyendo el cuento del chapulín colorado.

Si se hace…

Hay cola en el auditorio del Teatro Luis Poma; en el medio de un centro comercial gigante cargado de todo se vende, familias enteras se acomodan para escuchar un cuento en silencio.

O un chico llega corriendo a la Alianza Francesa, ¿ya terminó el evento?, qué suerte que llegué a tiempo.

O un papá se sienta a dibujar con su hijo sin dejar un minuto de atenderlo y alentarlo.

O una mamá, que lee un cuento en el parque de Santa Ana, se lo recomienda a otra mamá: “este está bueno”.

Si se hace está Josué, que se sentó durante horas a leer las historias del Hombre Mosca, y después se levantó apurado diciendo “yo venía a jugar al fútbol, pero estos libros están buenísimos” y se llevó sus 10 años a toda velocidad en la bicicleta.

Y al rato, cuando regresó, chequeó el panorama “¿encontraron todos los huevitos? e inspeccionó la zona; “los encontraron todos”.

Después nos ayudó a juntar los almohadones y los libros y cuando divisó en una alfombra los tres cuentos del hombre mosca los agarró casi abrazándolos.

Entonces nos codeamos, lo llamamos aparte y le dijimos bajito que lo que íbamos a hacer no se hace, que una biblioteca es para prestar libros y devolverlos así la gente puede leer muchos, pero que haríamos una excepción, en secreto.

Josué nos miraba… “te vamos a regalar un cuento del hombre mosca”.

¡Ah!, dijo. Y abrió su boca y sus ojos a la vez. 

Eligió uno, preguntó cuando nos volvíamos a ver y nos ofrecimos a ir a hablar con su mamá para intercambiar teléfonos y avisarle de nuevas actividades. Primero terminemos de arreglar, dijo.

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