febrero 22, 2016 by ConTextos
LAPICEROS PESADOS
Esta semana me he sentido bloqueada para escribir. Aunque hablo con mis compañeros y compañeras todos los días sobre la escritura y su importancia, no me he sentido interesada en lo que mi lapicero fuera a decir al papel. Mi lapicero pesaba, me resistía a la hora de escribir. Me he dado excusas (para eso todos somos buenos): que no puedo escribir en la oficina, que mi interior es muy caótico para agarrarme de una frase significativa, que sólo puedo escribir en un café un domingo por la mañana y ya pasó domingo. Me pongo excusas pero también me doy cuenta que vivo entre mucha gente bloqueada, gente que no escribe. ¿Por qué nos bloqueamos?
Para hablar del bloqueo, quiero compartir lo que pasó cuando me visitó mi primo Ben. Al volver de las vacaciones de navidad y año nuevo, vino conmigo a conocer a El Salvador por primera vez. Un estudiante universitario de ingeniería, vino preparado con cuatro libros para leer en su vacación. Diariamente, vi su figura de más de dos metros redoblada en un sillón, su cabeza inclinada sobre las páginas de su libro. Hablaba de la alegría de terminar un libro, su confusión en uno que contenía muchos detalles que estorbaban la historia y su emoción por volver a leer uno de sus libros favoritos. Me sorprendió la sensación de que estas conversaciones ya no fueran una parte natural de mi vida cotidiana desde mudarme a El Salvador. Me di cuenta que hacía tiempo que no forman parte de mis pláticas casuales.
En esa semana con mi primo, yo también leí más. Ver a otra persona leyendo con interés en cualquier momento del día me recordó de manera inconsciente que existen otras personas que leen por placer. Cuando yo leía en frente de mis amigos en el campo, me preguntaban, “¿Está estudiando? Ay qué aburrido leer.” Podemos leer por placer, no porque los estudios o el trabajo nos obliga. Por mi primo, descubrí espacios en mi día que no conocía que eran para la lectura. En primaria, me preguntaba una maestra, “¿Cuándo leemos? Durante el entreno de mi hermana, mientras espero el bus o pasar cita, antes de dormirme…” y seguíamos la lluvia de ideas. El ejemplo de mi primo me conectó con otro lector y de una forma me abrió las puertas, me dio permiso a usar mi tiempo para la lectura. Desbloqueó mis excusas y mentiras que me inhibían de leer.
Este ejemplo me da pautas para mi problema de escritura. No es mi problema, es un problema colectivo que tenemos. En las escuelas, los y las docentes no hablan de sus escrituras o lecturas. ¿Escriben? ¿Conocen a alguien más que escriba y les hable de su proceso? Muy pocos. Si preguntara, “¿cuándo escribimos?” las respuestas serían: en clase en mi cuaderno, en la casa cuando actualizo mi estado de Facebook… Para escribir este blog, esas experiencias no me ayudan. No hablamos del proceso de edición de nuestros estados de Facebook, ni del argumento que los queremos dar, ni de su estructura. Pero todos actualizamos nuestros estados porque vemos que los demás también lo hacen. Esta semana, yo no sentí que nadie más escribía, y estoy segura que en las escuelas esta semana, casi nadie hablaba casualmente de escritura en su aula. No se veía a nadie escribiendo en la parada del bus, en la cola del banco, en la pupusería. ¿Se puede escribir de estar bloqueada de escribir? Sí, hasta de eso se escribe. Los mejores escritores no se sienten inspiración para escribir todos los días, pero ellos viven su escritura y su identidad de escritor(a). Estar al lado de uno de ellos ha de ser como estar con mi primo Ben el lector. Pero mi primo tampoco es conocido a nivel nacional o mundial como lector. Él lee porque es su rutina, es lo que su ambiente y sus conversaciones le han invitado a hacer. Así podemos ser escritores también.
¿Cuándo escribimos? ¿Cómo escribimos? Las respuestas de estas preguntas se construyen creando nuestras propias rutinas de escritura. Hagamos rutinas y hablemos de ellas con todo el mundo. En el libro Switch, que se trata de como crear cambio, los autores Chip y Dan Heath enfatizan que “hacemos las cosas porque vemos que los demás las hacen.” Esta semana dedico mi blog a mis compañeros y compañeras y a todos que quieren ver más escritores en El Salvador: hagamos visible nuestra escritura para convertirnos en “los demás” que hacen la invitación a escribir. Quitemos las barreras que nos hacen pensar que nadie más escribe o que yo no tengo de qué escribir. Estar bloqueada no tiene que significar que nunca escribiré. Para desbloquearnos, hay que hacer nuestra escritura evidente. Los lapiceros no pesan cuando todos los levantamos sobre la página.
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