febrero 19, 2018 by ConTextos

INVERTIR EN LA GENTE

“No sé como lo hacen”
“Que gran equipo tienen”
“¿Ustedes hacen solos ese trabajo?”
“¿Quiénes manejan esto?”

Ese es el tipo de preguntas que siempre debemos responder cuando presentamos nuestro trabajo y la respuesta es simple: trabajamos con “pasión enfocada” como lo describe Ale, nuestra Directora de Desarrollo de Fondos.

La pasión enfocada implica, entre otras cosas, tener convicción de lo que hacemos y creer en la gente, en nuestra gente y en la gente con la que trabajamos, ya sean docentes, jóvenes en centros de reinserción, niños/as en las escuelas y con todo tipo de personas con las que la vida nos junte.

Pero la pasión enfocada inicia por cuidar de nuestro equipo. Como ONG, no podríamos hacer un gran trabajo en nuestros programas si la gente que está a cargo de ellos no recibe la misma atención y dedicación que quienes se benefician de ellos.

A mi me gusta bromear y decir que mi trabajo involucra las finanzas, contabilidad, área legal, logística, recursos humanos y misceláneos (porque soy muy metida y me gusta aprender de todo) y desde la faceta de recursos humanos, el año pasado desarrollamos pequeñas actividades para nuestro equipo. Una de ellas, nuestra favorita, fue el programa de nutrición y ejercicio. Todos los martes en la mañana teníamos clases de zumba en la oficina con Karla Figueroa, quien desde que llegaba con su “Buenos días chicooooos” nos llenaba de energía. La sala “grande” de reuniones se convertía entonces en salón de ejercicios y allí teníamos a William, nuestro incansable asistente logístico, moviendo la mesa enorme y las sillas para que todo estuviera listo para cuando Karla llegara.

Luego teníamos a Rodrigo, nuestro nutricionista, quien llegaba con su báscula a pasar los temidos controles de peso y quien aunque reprobáramos la tarea, siempre nos daba ánimos para continuar. (Lo sé de primera mano porque los aplacé todos, pero Rodri nunca dejó de creer en mí).

Lo increíble de esta actividad, por pequeña que fuera, es que no solo la recibimos nosotros en la oficina, sino que también se extendió a nuestras familias. Melvin, parte del equipo de formadores docentes, contaba cómo el programa le había enseñado la importancia de mantenerse saludable no solo por él, sino también por sus hijos. Rebe, nuestra coordinadora de comunicaciones y diseño, también fue ejemplo e inspiración por su disciplina y dedicación.

Aparte del programa nutricional, también tenemos el apoyo de una sicóloga con quien podemos hablar cuando lo necesitamos y ¡vaya que lo necesitamos! La pasión enfocada nos lleva muy lejos, pero también nos lleva a descubrir que trabajamos con personas que lidian con generaciones de trauma, que trabajan en zonas peligrosas y que tienen historias que te rompen el corazón. Trabajar en el campo en El Salvador es complicado, no podemos obviar que hay situaciones que no podemos controlar y que son difíciles de sobrellevar y más de alguna vez nuestro equipo ha estado expuesto a ellas, así que tener apoyo profesional en este tema es importante para nosotros.

Además, hay otros factores que refuerzan el crecimiento del equipo y que hacen de este lugar un espacio diferente para trabajar. Nos retamos con actividades físicas y vamos a subir un volcán en equipo, o,  de vez en cuando, tomamos tiempo de nuestro día para reflexionar sobre nuestras emociones, sobre lo que sentimos y lo compartimos con todos. Hacemos actividades recreativas/creativas con manualidades, almorzamos juntos casi siempre y la verdad es que la gran mayoría de días todos entran con una sonrisa a la oficina.

Y no, no todo es siempre algodón de azúcar ni unicornios brillantes. A veces tenemos nuestras diferencias y situaciones incómodas en las que debemos enfrentarnos a nuestro orgullo y vanidad y tratar de resolver los problemas que ocurren.

Para ello, el año pasado creamos un decálogo de acuerdos, que terminó siendo de 18 porque honestamente 10 se quedaban cortitos y  que Annie, nuestra paciente/increíblemente organizada Asociada de programas recopiló y revisó con cada una de las áreas.

Los acuerdos son:

1. Honestidad respetuosa

2. Autoconocimiento

3. No al sarcasmo

4. Humilde asombro

5. Curiosidad y esperanza

6. Curiosidad ante las diferencias

7. Comunicación no-violenta

8. Comprensión y confianza

9. Respetar al cómo y cuándo

10. Ser claro con respecto al momento de brindar y pedir ayuda

11. Ofrecer y pedir disculpas sinceramente

12. Agradecimiento sincero a pesar de las diferencias

13. Lenguaje corporal respetuoso (para aquellos que como yo, les cuesta cuidar las expresiones faciales)

14. Dar el primer paso

15. Aceptar diferentes versiones de la verdad

16. Escucha total

17. Asumir lo mejor de los demás (uno de mis favoritos)

18. Asumir lo mejor de los demás (uno de mis favoritos)

Hay una copia impresa en el tablero de mi oficina de estos acuerdos para no olvidarme de ellos. Es más, en algún momento de mis vacaciones en diciembre, cuando tuvimos un problema de familia, les mencioné sobre esto porque me pareció que asumir lo mejor de los demás como un principio era una gran forma de llevar la vida y sufrir un poco menos.

Un día en la oficina alguien llegó de muy mal humor y en lugar de tomar su mal humor como algo personal me acerqué a ella y le di un abrazo, sin decir nada más. Empezó a llorar y me contó lo mal que la estaba pasando por una pelea con alguien. Hablamos durante un rato y terminamos llorando las dos y abrazándonos. Fácilmente hubiera podido molestarme y dejarla con su mal humor y crear más tensión, pero asumí lo mejor de ella. Eso cambió nuestro día. Un abrazo y un poquito de tiempo para entender el por qué de su actitud.

 De más del año y medio de estar en ConTextos he aprendido que no soy experta en recursos humanos, ni en nada en la vida la verdad porque siempre hay algo que aprender,  y por ello me sorprendió que una vez que fuimos a un seminario de formación de recursos humanos con Flor, mi mano derecha/lado cuerdo, todo lo que se presentaba como innovador y diferente ya lo estábamos haciendo. No porque alguna teoría lo dijera, sino simplemente porque no es tan difícil identificar que para tener un equipo de personas que inspiren con su trabajo deben primero disfrutar lo que hacen y sentirse inspirados y eso implica libertad en toma de decisiones, desarrollar la creatividad y sentirse confiados que son capaces de lograr las cosas.  

Recién en una reunión con Miguel Tello, el Director Ejecutivo de la Fundación Strachan, uno de nuestros donantes y quienes siempre han creído en nosotros, me llenó de mucho orgullo ver que cada persona del equipo que estaba en esa reunión brillaba. Todos hablamos un poco, con mucha propiedad, sobre el trabajo que hacemos. TODOS. Hizo falta parte del equipo pero estoy segura que si hubieran estado allí, hubieran brillado igual y eso es el resultado, en gran parte, de creer en nuestra gente.

Últimamente, como sociedad, hemos olvidado reconocer que somos humanos, que tenemos emociones y sentimientos y que necesitamos canalizar esto, a través del arte, el ejercicio, la música y otras actividades que dependen de  las necesidades de cada organización, pero que independiente de qué actividad se realice, crear espacios físicos y emocionales que permitan al equipo conectar es una gran apuesta. Pequeñas actividades, pequeños cambios, pueden tener grandes resultados.

Cuando pensamos en invertir, pensamos en negocios, en intereses personales y económicos, pero invertir en la gente es para nosotros, si, tener programas de desarrollo profesional, pero también dedicar tiempo en conocer, entender y comprender a los demás. Implica tener presupuesto para celebrar los cumpleaños (Aunque no lo crean esto es un gran evento y nos tomamos muy en serio la selección de los pasteles, incluso meses antes de que llegue nuestro cumpleaños), pero también es crear espacios de oficina en las que nos sentimos a gusto, al fin y al cabo, pasamos más tiempo allí que en nuestras casas. Implica además, retarnos con actividades que nos hacen cuestionarnos, reflexionar y crecer como personas. Invertir en la gente es, no solo dedicar dinero a actividades específicas, sino también reconocer la dignidad humana del otro.

A finales del año pasado pedimos al equipo que nos dijeran cuatro palabras con las que podíamos identificarnos y las opciones seleccionadas fueron: Apasionado, comelón, soñador cachimbón y nos las creemos tanto  que las mandamos a estampar a una camiseta que todos vestimos con mucho orgullo.

Maité Funes.

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