agosto 31, 2020 by ConTextos

Docencia en primera línea

 «En mi centro escolar tengo – quiero ver – como 35 años», dice Nelsy por teléfono. «Y ahora están los hijos y nietos de los que fueron nuestros alumnos». 

Nelsy Hernández Alfaro trabaja en el Centro Escolar Barrio El Progreso, en Soyapango. Ha acompañado a los alumnos de todos los niveles escolares y hoy es la subdirectora.

«Esta escuela tiene la característica que cuando uno llega ya no quiere cambiar: aquí, la mayoría, nos jubilamos», resalta la docente. 

En el Barrio El Progreso estudian cerca de 500 estudiantes – llegaron a ser 800 en algún momento-, pero cientos desertaron por diferentes causas, principalmente la violencia. Se quieren como una familia, están en las buenas y en las malas.

Quizás una de las malas fue la actual pandemia a causa del COVID-19, la cuarentena y los malabares que hicieron para seguir con el estudio.

Durante estos últimos meses de cuarentena Nelsy y la directora han estado atentas para apoyar el trabajo de los docentes en la institución.

«Nos hemos manejado por guías, por WhatsApp, por llamadas telefónicas. 

Las compañeras han enviado sus videos dando explicaciones de sus clases cuando era necesario o dando las indicaciones por teléfono a los estudiantes o a los padres y madres». 

Este trabajo continuo se debió, en primer lugar, a que muchas personas no tienen internet residencial, entonces hasta que no compraban “su paquetito de internet”– cuenta Nelsy-, no podían enviar la tarea”.

Esta conexión también le complicó su participación en los círculos de diálogo que ConTextos realizó los martes y jueves de mayo, junio y julio por zoom: «Si yo me salí de alguna sesión es porque acá en la zona internet falló, entonces cuando no pude el día martes me integré el día jueves para no perdérmela».

En los círculos, docentes de todo el país, los docentes han dialogado sobre sus experiencias personales, sentimientos y miedos.

«Yo trabajo en el municipio de Soyapango, pero a los que he conocido no han sido tanto los de San Salvador sino de Morazán, San Miguel, La Unión, Sonsonate. Eso es lo que más me gustó», nos comenta Nelsy.

Los círculos fueron puntos en común: ver qué cosas estaban haciendo otras personas para poder replicarlas, para ayudar a sus estudiantes. También se convirtieron en espacios de desahogo y catarsis para esta docente. 

«Hubo unas sesiones muy bonitas para reflexionar sobre lo que uno tiene en este momento y el valor que se le debe dar; esos sentimientos que son los que no se ven, pero que pesan mucho. Eso a mí me ha ayudado bastante. Bastante», cuenta Nelsy.

Nelsy es ejemplo del esfuerzo que realizan todos los docentes cada semana desde su casa. Los círculos de diálogo han permitido hacer más consciente el trabajo y la historia de cada uno de los maestros, para así, seguir construyendo el camino hacia la transformación educativa de El Salvador. 

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