mayo 25, 2022 by ConTextos
Vi en sus ojos mucha historia
Por Eduardo Navarrete.
¿Estaremos a cargo del Soy Autor familiar?, pregunté
Sí, dijo mi amiga y compañera, Daysi.
Mi corazón se alborotó; era una mezcla de emoción y nervios. Mi primera vez del otro lado, como formador de Soy Autor / Soy Autora.
Este proyecto es una experiencia de lectoescritura que nos invita a explorar nuestra identidad y descubrir el poder de nuestra historia individual, pero sobre todo la de nuestro grupo familiar. Esta vez lo iban a hacer familias migrantes retornadas.
Años atrás yo estuve como participante y producto de eso fue mi primer libro “Terca desobediencia”. El lugar donde lo escribí no era el mejor, pero la experiencia fue poderosa, pero bueno, volviendo al tema, esta vez yo daría el taller.
Pensaba: “¡Ojalá lo haga bien!”. Nervios y miedo.
Conocí a las familias que aceptaron el reto de convertirse en autoras y autores en nuestro primer encuentro presencial. Por la mañana viajamos a San Vicente: algunas familias ya estaban en el lugar, saludamos con ansiedad, nerviosos pero felices. El trato personal siempre es mucho mejor. Mi corazón era una tormenta tropical; agitaba todo, a veces más fuerte, a veces más lento.
Ví en sus ojos mucha historia, preguntas e incertidumbre, pero también mucho interés de cómo sería este proceso.
Por la tarde del mismo día llegamos a San Salvador. Había un ambiente diferente, pues algunas de las familias ya nos conocían; estaban emocionadas, muy alegres y con muchas preguntas.
En las primeras sesiones virtuales, varias personas se sentían muy tímidas, pero pronto las rutinas y las frases del diálogo de ConTextos fueron dando resultado y las y los participantes reaccionaron con emojis, encendían sus cámaras y micrófonos y opinaban.¡Quién diría que de un viaje en busca del anhelado sueño americano existirían tantas versiones y experiencias diferentes!
Las familias comenzaban a compartir sus historias de valentía, miedo, supervivencia, fortaleza, esperanza, sueños y asombros.
Para modelar tuve que escribir mi historia por lo que compartí los mismos sentimientos que ellas. Este proceso de escritura nos llevó a acompañarles más allá de las sesiones formativas, pues en ocasiones escribían o compartían situaciones personales de sus historias de viaje o de alguna situación en el presente.
Me di cuenta que estábamos haciendo las cosas bien: generando confianza y empatía en un lugar seguro. Llamó mi atención que quienes acompañaban en cada sesión a los y las niñas eran en su mayoría mujeres: madres o abuelas muy atentas, responsables, valientes y comprometidas con el proceso.
Terminamos la formación con 31 historias sobre un viaje. El día de la clausura busqué mis prendas más elegantes, o las que creía elegantes, y de nuevo mi corazón fue una tormenta de emociones, pero el orgullo y la alegría predominaron al ver a las y los participantes con sus libros. Y mucho más elegantes que yo.
La despedida no fue nada fácil…después de ocho jornadas con tantas risas, tristeza, dudas y muchas otras emociones,…
Ahora todas y todos guardan un lugar en mi corazón.
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