junio 14, 2016 by ConTextos

RESTAURANDO CONEXIONES

El otro día decidí dejar atrás mi “orgullo” y disculparme con mi vecino que me había insultado la noche anterior. Me disculpé por haber tenido la música alta y por hablarle fuerte cuando discutíamos en la noche. Él solo me miraba; ningún gesto de aprobación. También consideré importante expresarle que sus insultos me habían ofendido mucho. En ese momento reacciona con tono agresivo justificando todo lo que me dijo y la forma cómo me lo dijo. Después de unos veinte minutos repitiendo este ciclo de diálogo decido retirarme y me despido “bueno… buenas noches”. Él solo responde “vaaaaapues”, con tono amenazador.

Tan extraño es pedir perdón en la cotidianidad que mi vecino quedó perplejo cuando le pedí disculpas, no supo qué decir. Tan extraño es tomar responsabilidad por una agresión que cuando yo expresé que me sentí ofendido, inmediatamente recibí un rechazo rotundo.

Es difícil pedir perdón y tomar responsabilidad sobre acciones que dañan a otros en una sociedad acostumbrada a acusar y castigar. Por ejemplo, Manuel, participante del programa de escritura Soy Autor, nos cuenta que lo más difícil para él en el taller fue encontrar el corazón de su historia, y saber cómo expresarse. Su comentario revela a esta sociedad que no dialoga, que censura pláticas incómodas pero necesarias. Para Manuel, y muchos otros jóvenes internos, esta ha sido la causa de sus 5, 15, 30 años de condena. El no saber expresar desacuerdo o argumentar una opinión; el no tener el lenguaje para decir lo que siente, ni la habilidad de permitir a los demás ser vulnerables y honestos en su presencia.

Las prácticas restaurativas proponen un marco adecuado para abordar justamente este tipo de situaciones. Estas prácticas buscan reconstruir comunidades y reparar tejidos sociales dañados ofreciendo espacios de encuentro para la reflexión, perdón y reparación con víctimas y agresores. Algo tan necesario para nuestras sociedades centroamericanas constantemente dañadas por episodios de violencia e impunidad.

El programa de ConTextos Soy Autor tiene conexiones importantes con las prácticas restaurativas.

Soy Autor es un programa de escritura procesual en el que jóvenes y adultos privados de libertad escriben, publican su propia historia y se conciben como auténticos autores, desafiando así la identidad que la sociedad les impone a través de estereotipos y prejuicios.

Durante las 22 clases del taller, cada conversación permite a los autores comprender daños y sanar frustraciones de la mano de sus compañeros, nunca aislados. Ahora Manuel, después de entender su historia a través de diferentes perspectivas, piensa diferente:

“…ahora puedo convivir mejor con mis compañeros, con mis amigos, ya no les veo igual, porque ellos tienen una historia también. Entonces no es solo de decir él es así o él es allá, ellos tienen una historia que contar, es de ponerles atención, no es solo de ignorarlos».

Manuel es un joven que se convirtió en autor mientras cumplía su condena en uno de los centros de reinserción del ISNA. Manuel cuenta que su condena podría haberse visto como una situación donde terminaba su vida y sus sueños. Una perspectiva muy común en un sistema de justicia punitivo que le quita a las víctimas la oportunidad de decidir cómo desean ser reparadas y le prohíbe al agresor tomar responsabilidad por el hecho cometido. Pero para Manuel el programa Soy Autor le brindó los espacios para escribir su propia historia

“… a pesar que cometí errores y fui desobediente… al paso del tiempo reflexioné y terminé con un progreso y una manera diferente de ver a mi familia. Ya no veo los consejos de mi mamá como duros, molestos, como lluvia que cae en el tejado, aprendo a verlos como consejos sabios”.

Así de poderosas son las prácticas restaurativas, devuelven la dignidad y transforman.

Los cientos de asesinatos diarios en Centroamérica nos ha llevado a apoyar cualquier método -incluso la represión militar sin medida- con tal de detener esta crisis. Sin embargo, al ver esta realidad en perspectiva, es la sociedad centroamericana la que ha permitido que las grietas sociales se profundicen de tal manera que den lugar a comportamientos tan atroces. Es la sociedad misma la que está rota. Es la sociedad entera la que necesita ser restaurada.

Esta sociedad rota es la que recibe a Manuel después de su condena y que no le permite volver a casa porque ahí corre peligro su propia vida. Esa misma sociedad es la que le preguntará insistentemente ¿de dónde sos? con tal de encasillarlo en estereotipos y cerrarle puertas. Una iglesia ha conseguido que una familia le aloje. Manuel vive con extraños que le controlan cada uno de sus pasos, le exigen trabajar con ellos y asistir a sus actividades religiosas. No es fácil para este veinteañero que durante su condena no fue preparado para llevar una vida de este estilo. Pero ese es el precio de su libertad en una sociedad desconfiada. Sin embargo, Manuel sabe que detrás de cada persona que le mira con sospecha, detrás de los que le preguntan de dónde es, detrás de la desconfianza que invade a su familia anfitriona, hay historias que explican sus comportamientos, historias importantes que valen la pena conocer. Manuel sabe de la humanidad detrás de cada historia, él lo sabe porque es ahora un autor.

¿Qué hay de los tantos jóvenes que viven en zonas marginadas o que ya han cumplido sus condenas y que la sociedad se esfuerza por reducirlos a un estereotipo? Ahora más que nunca la sociedad centroamericana necesita darse una oportunidad y humanizarse. Las prácticas restaurativas arrojan mucha luz sobre este camino tan importante de emprender.

Gerardo Calderón
Autor invitado

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