agosto 24, 2020 by ConTextos
Lo que se habla acá, aquí se queda
El profesor Julio Mendoza se postuló para ser director de una escuela en Santa Ana y
ganó. No trabajaba allí, trabajaba en una escuela vecina así que, tal vez, cuando lo
nombraron, fue la primera vez que entró al Centro Escolar Martínez Figueroa. Llegó
hace 13 meses y solo tuvo ocho para conocer a docentes, estudiantes, padres,
madres…después, como el resto de nosotros, se quedó en casa. Pero se quedó en casa
siendo el responsable de la escuela.
“En el nuevo cargo que tengo, quiérase o no, –me cuenta- muy pocas veces tenemos
con quién desahogar parte de nuestro sentir”.
Julio es director de 42 personas y 776 estudiantes. Está -desde su casa o repartiendo
alimentos en la escuela- para ayudar, escuchar y dar una mano.
Cuando se enteró de lo que iba a hacer ConTextos en plena cuarentena se anotó
enseguida.
ConTextos realizó nueve Círculos de Diálogo entre mayo y julio.
Una vez por semana, durante una hora, docentes de todo el país: Chalatenango,
Usulután, Morazán, La Libertad, San Salvador, San Miguel se juntaron para dialogar,
pensarse y sentirse.
Participaron 56 docentes entre los nueve círculos y el profe Julio -así se lo conoce-
solo faltó a uno y sin querer: pensó que no se hacía.
Cuando el profe Julio entra a los Círculos de Diálogo no pasa desapercibido: saluda
fuerte, sonríe. Yo estuve con él en dos ocasiones: entra como si abriera la puerta de
golpe, como un viento.
“Siempre decían lo que aquí hablamos aquí se queda. Y eso es una parte muy bonita
–me dice-, es como meterse en el confesionario”.
El confesionario –el lugar seguro- eran los cuadraditos de zoom, con un pedacito de
las historias de cada maestro, de cada seño: sus temores, la nostalgia por la escuela,
las ganas de abrazar, la enfermedad.
“Si me está yendo mal en el trabajo, o si no he logrado responder a las nuevas
situaciones de los niños, o responder a las situaciones de los maestros, o saber cómo
puedo ayudar a un compañero que tiene enfermedades crónicas… en los círculos lo
pudimos hablar”, cuenta.
Parte de su trabajo como director, además de todas las tareas administrativas, es
reunirse cada quince días con su equipo docente para conocer los avances de los
alumnos. Y a ese espacio, trata de llevar un poquito de lo que aprendimos juntos:
“saber que las reuniones no son solamente para dar indicaciones”.
Ahora algunos de esos encuentros comienzan con maestros compartiendo sus
experiencias.
De todas las sesiones de diálogo en las que participó hubo una reunión que lo marcó
de manera especial.
“Nos separaron en grupos de tres docentes y los tres
compartimos haber perdido a nuestro padre. Cada quien expresó que era una nueva
forma de vivir , de aceptar que ya no teníamos a nadie, y nos dimos ánimos entre
todos”..
“De los círculos –sigue- me llevo que en cualquier momento siempre vamos a tener
coincidencia con alguien, y no necesariamente tiene que ser una idea, puede ser un
sentimiento”.
Yo estuve con él en el primer Círculo de Diálogo y cuando terminamos de hablar y ya
nos estábamos despidiendo preguntó medio bajito ¿“puedo presentarles a mi mamá?”
Así de bien y de cerca se había sentido.
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